Ver nuestra propia vida relatada puede tener un valor enorme. Lejos de cosificar nuestra historia particular, narrar nuestra vida puede permitirnos constatar que aquello que creemos atado a una realidad objetiva, no es más que parte de un relato. Y en tanto que relato es relativo: sólo puede ofrecerse desde el punto de vista del narrador. Basta con cambiar un poco ese punto de vista, para que los mismos hechos, con los mismos protagonistas, los mismos objetos, cobren un sentido y un significado enteramente distinto.
¿Dónde queda entonces esa conciencia continua y monolítica, garante de todo lo que conocemos y sabemos que llamamos «yo»? ¿Somos «puro cuento»? y ¿Es posible cambiar el cuento para transformar nuestra vida? ¿Sería posible devenir mejores personas, tener éxito, o en definitiva ser más felices simplemente contándonos a nosotros mismos una historia diferente?
Estas y muchas otras reflexiones son las que nos ha suscitado el taller de «Literatura autobiográfica y relatos de vida» impartido este fin de semana en Luces por Carmen Doncel.
Carmen Doncel es doctoranda del departamento de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense y actualmente trabaja en su tesis doctoral: una reconstrucción de la historia reciente de los gitanos en España partiendo de narraciones orales de sus protagonistas. Su oficio le ha obligado a prestarse a oír durante horas historias particulares y a ser capaz de extraer aquello que nos concierne a todos para, a continuación, como una tejedora, urdir los mimbres de un texto que nos ayude a conocer algo mejor esa historia olvidada.
Esta tarea ha convertido a Carmen Doncel en una «escuchadora profesional», capaz de reconstruir un discurso a partir de las intervenciones de los participantes en el taller. Esto hace de ella una docente excepcional, facilitadora de una experiencia de aprendizaje dinámica y sumamente enriquecedora.
Textos de Oliver Sacks, Carlos Castilla del Pino, Ramiro Pinilla, Roland Barthes, Ronald Fraser, entre otros, y ejercicios prácticos de escritura, nos han permitido renunciar a esa ficción del Yo, completo, coherente («a imagen y semejanza…» unum verum bonum pulchrum), y asumir una subjetividad mucho más compleja, polifónica; y ser conscientes también de esas voces que conforman, moldean o asedian. Si eso no nos permite ser más libres, al menos nos obliga a estar más alerta.
Esta actividad, que todos los asistentes esperamos que se repita, forma parte del ciclo de talleres intensivos de escritura organizado por Barbara Gil, directora de la Escuela Escribe.
Muchas gracias a las dos.