Relato escrito por Nora Luque Santiago del taller de escritura Kreadores.
Presiento que hoy va a ser otro día aburrido, por lo que decido dormir hasta que suene la alarma. Cuando esto sucede, salto de la cama, me ducho y me apresuro para no llegar tarde al trabajo.
Llego a la oficina a las nueve, ficho a la entrada y me dirijo a mi puesto, desde el que no me muevo hasta que, por fin, llegan las cuatro. Vuelvo a casa, le doy de comer a la gata. Saco una lata de conservas y la caliento, esta será mi comida.
Cuando termino de almorzar apago el móvil para dedicar la tarde a dormir. Después de mucho tiempo, lo consigo. Caigo en un sueño muy profundo, tanto que no me despierto ni para cenar. Pero aun así me siento cansado, muy cansado, como si llevara toda mi vida huyendo de una fiera salvaje.
Esta mañana me he despertado a las cuatro y media. He desayunado, me he vestido y he salido a pasear. No he visto a nadie, aunque he pensado que era normal, porque era más temprano. No suelo despertarme a estas horas, pero hoy presentía que iba a pasar algo.
He pasado por la calle de siempre para llegar al parque al que suelo ir a hacer deporte. Sigo sin ver a nadie. Es extraño, porque ya son las siete y el camión de la basura debería estar recogiéndola, pero tal vez hoy se ha retrasado.
Me pongo los cascos, para no escuchar mis pensamientos, y vuelvo a casa por otro camino. Son casi las ocho, voy a ducharme, peinarme y vestirme para ir al trabajo. Cojo las llaves, entro en el ascensor y pulso el cero.
Al llegar al portal no veo a nadie, ni rastro del portero, ¡qué raro!, me digo. Conduzco hasta el trabajo. Tampoco me encuentro con ningún coche en la autopista, eso sí que es sospechoso. Son las nueve menos cuarto. Aparco en la plaza de siempre y me dirijo a la entrada de la oficina.
Al entrar solo encuentro vacío. Los ordenadores están encendidos y las taquillas llenas, pero la oficina está desierta. Me dirijo al despacho del jefe, tampoco está. Trato de contactar con él pero no me responde.
Decido llamar a mi madre, aunque no suelo hablar con ella tan temprano. No lo coge. Me dirijo a su casa. Pego al timbre, no abre nadie. Le doy una vuelta al barrio, es lo que suelo hacer cuando estoy nervioso. No me encuentro con nadie.
Me despierto de un salto, estoy sudando. La cama está revuelta. Parece que todo ha sido un mal sueño. Son las once, hoy llegaré muy tarde al trabajo. Me apresuro a vestirme, llamo a la oficina, una, otra, y otra vez, pero nadie responde.