Hoy os traemos la reseña de El viento que sopla salvaje (Pilar Pascual Echalecu, Editorial Espasa, 2021) que ha resultado ganadora de nuestro primer concurso de reseñas. Damos la enhorabuena a Francisco Javier Bermúdez Silva, su autor, que se lleva un vale por 25 euros a gastar en nuestra librería.
Reseña de El viento que sopla salvaje, de Pilar Pascual Echalecu
por Fco. Javier Bermúdez Silva
El viento que sopla salvaje es un canto a la condición femenina, a la mujer, a su papel en la sociedad, a su lucha por la igualdad de derechos y deberes, a su voluntad de tomar el testigo del mando en una sociedad que parece no tomar aire mientras esprinta hacia el futuro.
Olivia, treinta años después de la muerte de su madre, recibe la intrigante visita de Víctor, un antiguo e incómodo conocido que le asegura que su madre fue asesinada, despertando en ella los recuerdos de aquel fatídico verano e impulsándola a escribir las memorias de aquel tiempo con la esperanza de sacudirse esa tristeza y la intriga de acercarse a una temible verdad oculta para ella durante esos treinta años. Su madre, Verónica, casada con un diplomático español, veraneaba en la Málaga de su infancia donde falleció a los cuarenta años aparentemente a causa de sus problemas cardíacos. Verónica era una adelantada a su tiempo, encarna el germen de esa mujer inconformista, emprendedora y también hedonista que no se abriría paso en nuestra sociedad hasta finales del siglo XX. Con frialdad, ironía y desprecio rechaza los cánones establecidos en la sociedad de su época, amenazando ante los ojos estupefactos de todos sus allegados la reputación y el futuro de la dinastía familiar.
Olivia, mientras deshila la madeja de los recuerdos, vislumbra la huella indeleble y oculta que dejan las madres en las hijas y reflexiona sobre todo aquello que artificialmente separa al ser humano, como las diferencias de clase social y los tabúes; y, como no, sobre esos sentimientos tan poderosos que en cualquier momento cuan tsunami pueden arrasarlo todo, como el deseo y los celos. Los recuerdos de Olivia galopan a un ritmo narrativo creciente y conducen de manera inexorable hasta la fiesta de cumpleaños de su madre, una fatídica noche de agosto de 1918 donde el tiempo parece detenerse. Dice una ley no escrita que ninguna fiesta excesiva termina bien, y deriva hacia la tragedia o hacia el esperpento. En esa fiesta, intrascendente para muchos pero de vital importancia para Verónica, sus atrevidos planes de futuro, que condenaban la velada a lo esperpéntico, saltarán por los aires arrastrados por el inescrutable destino que labran la condición humana y, también en gran medida, el azar. Aquella maldita fiesta, tan maldita como parecen estarlo Verónica y su amada gata Casandra, marcará para siempre y a fuego la vida y las relaciones de todos los miembros de la familia, condenándolos a todos a un futuro sombrío salpicado de dolor, perplejidad, incomprensión y silencio.
El viento que sopla salvaje es también un vívido retrato de la Málaga de principios del siglo XX vista desde la perspectiva de las clases sociales más privilegiadas de la ciudad. Los jardines, la luz, la gastronomía, el mar,… siempre ese mar que lo simplifica todo, son protagonistas fundamentales de la novela. Dice Olivia, cuando recuerda aquella casa de su abuela al borde del mar en el barrio de la Caleta de Málaga, “el amor por la tierra es de los pocos que se heredan”. Y es que el amor por Málaga que ha heredado la escritora se plasma, y de qué manera, en la novela creando un entramado espacio-temporal que, a modo de argamasa o tejido conectivo, la dotan de una vitalidad y energía desbordantes.
Muchas gracias por tu texto, Francisco Javier.
Y muchas gracias también a todos los que habéis participado en este concurso. Sabed que hoy anunciaremos en nuestras redes sociales un segundo concurso de reseñas cuyo libro será…
…tendréis que esperar a esta tarde para saberlo 😉 ¡Estad atentos!