«Satin Island», de Tom McCarthy

    Retratar una época como ésta, la nuestra, tan caleidoscópica y contradictoria, tan fugaz y aglutinante, se presenta una tarea solo apta para locos y dementes. Bien, Tom McCarthy es la persona adecuada para ello. No pretendo decir que “retratar una época” fuera la intención del autor, tan solo que, como lector, mi experiencia ha sido esa: la de tener, en unas pocos cientos de páginas, el fruto de miles de años de civilización condensados en un presente, en un ahora, arbitrario, móvil, que cambia las reglas, los orígenes, las pautas, a cada instante. Un presente que se reinventa a sí mismo ad aeternum.
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  «Satin Island» está construida inteligentemente alrededor de la figura de U (U=you=tú), un antropólogo corporativo, es decir, un antropólogo contratado por una gran empresa para unos fines muy determinados. No es algo propio de la ciencia ficción: el 50% de los antropólogos que se graduan terminan trabajando para multinacionales. ¿Qué hacen allí? Interpretan la realidad que les rodea, estudian los hábitos y costumbres de las personas, sus miedos y esperanzas… algo esencial para estudiar, asimismo, los hábitos de consumo de los clientes, las tendencias de los mercados… etc. Las personas son usuarios, sus emociones y reacciones hacen ganar o perder dinero, luego hay que entender desde sus procesos más íntimos hasta los comportamientos más gregarios o tribales.
     Pero una cosa es analizar la vida de una tribu ancestral superviviente en el Amazonas y otra entender qué pasa por la cabeza de un comprador compulsivo en Amazon. El antropólogo sufre de una especie de jet lag crónico: siempre entiende lo que sucede cuando ya ha sucedido, nunca cuando está sucediendo. U, el protagonista, plantea la idea de una Antropología en Presente, como una forma de solventar El Gran Informe, el trabajo que se le ha asignado por la Megacorporación que le ha contratado: un documento etnográfico integral que resuma nuestra época. Parece una tarea imposible, y poco a poco, adentrándonos en sus páginas, iremos entendiendo por qué: el volumen de información a procesar es tal que no hay forma de codificarlo, ni expresar resultados satisfactorios. La información puede escribirse o leerse: McCarthy plantea la idea de que hemos dejado de ser escritores o lectores de nuestra propia realidad, tan solo meros náufragos a la deriva en un inmenso mar de datos, justo como un vertido de petróleo en el océano, devastador e incontrolable.
   Las referencias a Kafka son ineludibles, y esto no es gratuito, más bien indicador de que nos encontramos ante una obra que zarandea los pilares de nuestra realidad, y nos hace vislumbrar, apenas por un instante, cuál es nuestro lugar en el mundo.
    Y esta es una tarea que solo puede conseguir la literatura con mayúsculas.
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    Mención especial merece la labor de la editorial malagueña Pálido Fuego, que no solo nos ha recuperado a unos de los mejores escritores contemporáneos, el inglés Tom McCarthy (el que ya me deslumbrara con su primera novela publicada en Lengua de Trapo, “Residuos”, y del que no se volvió a publicar nada en español… ni “C” ni “Men in space”… atención, hablamos del finalista del Man Booker Prize 2015) sino que se enfrentó a la titánica labor de publicar La casa de hojas” de Mark Z. Danielewski (en colaboración con Alpha Decay, que va ya por la 7ª edición), la recomendabilísima primera novela de David Foster Wallace (“La escoba del sistema”), o a auténticos pesos pesados de la literatura norteamericana como William T. Vollmann (“Historias del arcoiris”), o Robert Coover (“La hoguera pública”, “Pinocho en Venecia”), entre otros.
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     Esperamos que el empuje de Pálido Fuego no cese y sigan llenando las mesas de novedades de precisamente aquellas ausencias que la devastadora programación de ciertas editoriales nos ofrecen.
PD1: Pálido fuego publicará “Men in space” en 2017, y, si el mundo no se acaba antes, “C” lo hará en 2018.
            Emilio Lanzas