Reseña: El peligro de estar cuerda, de Rosa Montero

Escrita por Marta Mora López

Escuché a Rosa en uno de los directos de su Facebook, que la primera edición del libro contenía una errata, y que esto no le había pasado nunca. Alguien cercano le había dicho que era un libro que tenía que salir HERIDO. Justo en el capítulo en el que encontramos la frase que da título al libro. Que casualidades más increíbles, ¿verdad?

Me ha encantado. Su portada me cautivó; esta foto llevaba circulando por internet una temporada con sentencias divertidas acerca de la no cordura. Danza y salud mental, dos de mis pasiones.  

«Ser raro no es nada raro», dice Rosa. Estoy de acuerdo. Y continúa, «aunque unos más que otros»«Estar LOCO, es, sobre todo, estar SOLO. De repente ya no perteneces a la raza humana; de repente eres un alienígena, el único que conoces, desgajado de golpe de la piel del mundo». Pero es una SOLEDAD descomunal, cual Muro de Pink Floyd, difícil de entender para aquellos que nunca han experimentado esta sensación de perder la cordura.

Vaya trabajazo introspectivo el que realiza Rosa, salpicado de elementos autobiográficos, (alude en ocasiones a sus momentos de terapia), y de ardua investigación. El libro contiene datos biográficos de escritores/as, en su momento «perdieron» la cabeza, eran adictos a determinadas sustancias, o pusieron fin a su vida. También comparte curiosidades asombrosas sobre cómo funciona nuestra mente. Rosa ofrece una visión que parte del proceso creativo para explorar el sentido último de la vida.

La cantidad de libros que nos presenta es enorme (listados al final), y dan muchísimas ganas de leerlos todos. Menuda tesis se ha marcado, transmite una sensibilidad extraordinaria. Para mí se ha convertido en una lectura imprescindible, y de obligada relectura.

El eterno mito de la relación entre genialidad y la locura. Ampliamente discutido y rebatido. Aunque la creatividad y el poseer cierta dosis de extravagancia, comparten puntos en común. La escritura como liberación. «Obsesión, perfeccionismo y un nivel elevado de energía suelen caracterizar a las personas que escriben»«Inseguridad, hipersensibilidad, sensación de impostura, infancia demasiado adulta, inmadurez adulta, mayor disociación y conciencia clara de la multiplicidad, con más predisposición a sufrir perturbaciones psíquicas». Esto son algunos de los elementos comunes a las personas creativas.

Me ha emocionado mucho la parte en la que trata de hacer una especie de prevención frente al suicidio. Qué desgarrador cuando habla de Virginia Woolf. «Si alguna vez sientes que la lava se acerca con su aliento de fuego, piensa que este que ahora eres no eres tú. Que tus pensamientos están momentáneamente desconectados. Aguanta hasta que cambie la situación. Porque cambiará». Es como una amiga sosteniéndote fuerte.

Qué bonito alegato hace la autora a la defensa del valor de ser diferente. Qué escalofriante e inhumano el trato dispensado hacia las personas que sufrían algún trastorno mental. Si hoy en día sigue resultando insuficiente la atención que se presta, imaginad en el pasado.  Como dice Montero «la locura era algo clandestino, escondido, encerrado, innominado». Si para los hombres era difícil, imaginad para las mujeres. Muchas eran internadas por desviarse de lo que se suponía que debían hacer como mujeres. Histéricas, decían.

Cuantas veces se prohibía que la persona se dedicase a su pasión, porque eso la podía hacer enloquecer. ¿En serio? Os recomiendo la película SHINE, basada en la vida del pianista David Helfgott.

«La vida es un sueño diminuto, un espejismo de luz en una eternidad de oscuridades. Y eso es nada, y es todo»«Porque quiero morir estando viva, y eso es nada, y es todo»«Quiero morir bailando, igual que escribo». Y lo harás.

Lloré con la carta final de La Otra, menuda historia (y me hizo tanto bien). Apasionada Rosa, llena de vida. Ese café que tomaste en Sainz de Baranda. En esa calle comencé mi andadura por el mundo de la salud mental.  Vaya casualidad.

Ojalá no estuviésemos rodeados de tanto tabú en torno a este tema: si compartiésemos más nuestras rarezas, y nos sintiéramos más aceptados, no nos encontraríamos a veces tan solos.

BAILEMOS, pues, la vida, querida Rosa. Hay que ver lo me has hecho SENTIPENSAR. GRACIAS.

Marta Mora López
con su ejemplar de
El peligro de estar cuerda

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