Novela gráfica de A. Dan y Maximilien Le Roy, Editorial Impedimenta.
El pensamiento de Thoreau puede comprenderse mucho mejor y cobra más sentido cuando se conoce cuál fue su reflejo en su vida. «La vida sublime», novela gráfica que nos acerca a la biografía del llamado «padre de la desobediencia civil», es tanto un homenaje al escritor como un giro en el prisma para comprender de otra manera su obra.
A través de las atinadas viñetas de A. Dan encontramos un Thoreau rodeado de pequeñas anécdotas o grandes momentos, y una vida atravesada siempre por la búsqueda de uno mismo y la admiración por el mundo; por la observación, naturalista o filosófica, y el amor a la vida.
En esos momentos se le muestra de la manera más sencilla, en viñetas silenciosas envueltas en el verde y amarillo que llena todo el cómic, en escenas en las que un búho, una planta silvestre o la propia laguna de Walden son los protagonistas, mientras Thoreau las contempla casi ajeno a sí mismo.
Muchos han querido llevarlo a sus filas llamándolo anarquista, abolicionista, ecologista o antiglobalización, pero la idea que se desprende a lo largo de todo el cómic es que Thoreau era un espíritu libre, escritor más que filósofo o político, cuyas principales ideas giraban en torno a la construcción que el hombre debe hacer de sí mismo y a la admiración por el mundo en el que este vive.
A veces, como bien nos cuenta Le Roy en la entrevista final a Michel Granger, el mito del hombre no-violento, en el fondo poco peligroso, nubló por momentos su cercanía a acciones más extremas, como cuando defendió al abolicionista John Brown, pero las paradojas de Thoreau han conseguido que cada cual tome de él lo que más le conviene: unos ven al biólogo, otros al ciudadano rebelde, al abolicionista o al defensor del pueblo indio, al anarquista o al loco que decidió vivir en el campo para no necesitar nada.
Yo también tomo mi parte de Thoreau y me quedo con la respuesta que da en el cómic cuando le preguntan si le da miedo el más allá: «Un mundo cada vez… un mundo cada vez…» Hay demasiado que explorar.